Estas pequeñas piezas fabricadas en oro, hierro y ámbar destacan por su belleza y precisión en el trabajo, ya que están decoradas con una gran destreza mediante formas geométricas. Acerca de éstas se han realizado dos hipótesis hasta el momento. La primera en 1966, cuando los arqueólogos Miquel Tarradell y Enrique Llobregat interpretaron estas piezas como elementos de adorno de un cetro. Posteriormente, en 1998, María Rosario Lucas Pellicer identificó estos objetos como los ornamentos de tres empuñaduras de espadas –o puñales–. Esta hipótesis la estableció basándose en las analogías existentes con objetos arqueológicos descubiertos en otros lugares de la Península Ibérica y de Europa. Además, algunos investigadores han propuesto que este tipo de piezas se relacionan con el interés de ciertos grupos dominantes por mantener el cuidado de la imagen personal según la estética definida como “mediterránea”. Estos códigos simbólicos fueron adoptados por los grupos sociales dominantes, plasmándose en este caso mediante estas tres posibles empuñaduras de espadas o armas de parada.