A partir de 1850 los ferrocarriles comenzaron a instalarse en la península Ibérica. La llegada del tren significó el inicio de la modernización. Villena se benefició del nuevo medio de transporte, dado que, casi simultáneamente, dos líneas con procedencias geográficas diferentes convergieron en nuestra ciudad, evidenciándose una vez más su carácter de encrucijada histórica.
La primera de las vías fue la procedente de Madrid a través de Almansa. El primer convoy de vapor que hizo parada en la estación de Villena fue el 25 de mayo de 1858, propiedad de la compañía MZA (Madrid, Zaragoza, Alicante). La segunda línea ferroviaria lo hizo en sentido perpendicular a la anterior. Se trataba de la Compañía de Ferrocarriles de Villena a Alcoy y Yecla (VAY), de vía estrecha, que se puso en funcionamiento el 14 de abril de 1884.
Durante la época burguesa, las relaciones sociales fueron cruciales para ascender en sociedad, demostrar el poder familiar y obtener buenas alianzas. La casa-palacio se convirtió en el reflejo de la pujanza económica de las familias. Los lujosos interiores transmitían un ambiente de sofisticación y riqueza, mediante notables ejemplos de estucos pintados, mosaicos cerámicos Nolla y magníficas obras de ebanistería, metal, escayola y azulejo, creándose formas propias de ambientes palaciegos.
La producción y el estilo de vida rurales se prolongaron en Villena prácticamente inalteradas hasta mediados del siglo XIX. Los cultivos mediterráneos (trigo y cebada) continuaron siendo el principal recurso económico de la población hasta avanzado el siglo XIX, al tiempo que se incrementaba el cultivo de la vid. La herencia de un comercio fluido, la existencia de una variada producción agraria y la existencia de una red caminera radial con centro en Villena condicionaron que Villena se convirtiera en un centro comercial de cierta relevancia, potenciado a raíz de la implantación del ferrocarril.
Villena se ha asociado tradicionalmente a la abundancia de agua. Esta servía para regar los campos y abastecer los hogares. Afloraba de forma espontánea o caballera hasta finales del siglo XIX en un gran número de fuentes y manantiales. Aún suenan los nombres de la fuente de los Burros, los Chorros, el Bordoño o del Chopo. En las últimas décadas del siglo XIX escaseaban las aguas en años poco lluviosos, por lo que se empezó a obtener de forma artificial del subsuelo mediante minados y norias y, posteriormente, a través de pozos artesianos y motores de combustión y eléctricos. La añeja tradición de llevar agua de Villena a los pueblos de la cuenca media y baja del Vinalopó se intensificó a principios del siglo XX, cuando comunidades de regantes de aguas abajo comenzaron a instalar pozos y motores y a exportar las aguas a estos municipios.
Los primeros pasos de la industrialización estuvieron vinculados al auge de la agricultura exportadora. El viñedo, las bodegas industriales y el vino fueron los protagonistas de este fenómeno. La inauguración de los ferrocarriles Madrid-Alicante en 1858 y la línea de vía estrecha entre Villena, Alcoy y Yecla (VAY) en 1884 fueron decisivos para la consolidación de este sistema. De esta forma, Villena se convirtió en el principal centro expedicionario de vinos de todo el Vinalopó, pues aquí convergían los caldos del Alto Vinalopó, de la Hoya de Alcoy y del Altiplano Jumilla-Yecla hacia el puerto de Alicante.
La demanda de mano de obra para el sector vitivinícola generó una importante corriente migratoria que contribuyó al crecimiento demográfico y a la mejora de las condiciones de vida de la ciudad. Muchos de los grandes cosecheros locales se convirtieron en bodegueros-comerciantes o comisionistas de vinos con vistas a la exportación, cuyos éxitos económicos atrajeron a otros comerciantes nacionales y extranjeros. Mediante su ascenso a la clase dominante, este nuevo grupo social se convirtió en el protagonista de la renovación de los comportamientos políticos y de las mentalidades. Fue un elemento modernizador de la sociedad y economía, lo que hizo posible superar las estructuras del Antiguo Régimen y actuar de motor para la industrialización.
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