Hacia el 2500 a. C. se producen una serie de transformaciones en el registro arqueológico relacionadas con importantes cambios en el ámbito económico y social, entre las que destacan el desarrollo de la metalurgia y la aparición de elementos de prestigio. En este momento, en Villena se produce un significativo cambio en la ocupación del territorio, constatándose los primeros poblados en altura, protegidos por murallas y escarpes naturales. Los poblados del Puntal de los Carniceros y Peñón de la Zorra, en la sierra del Morrón, controlan visualmente las tierras de la cubeta de Villena. Al mismo tiempo siguen ocupando las tierras llanas, como reflejan los hallazgos metálicos y cerámicos de Casa de Lara y Casa Corona.
Durante la etapa inicial de la Edad del Bronce se produce la ocupación y colonización de gran parte del territorio de Villena. Esto se relaciona con un progresivo crecimiento demográfico según reflejan el número y tamaño de los asentamientos catalogados. En estos poblados, todos ellos en altura y controlando visualmente las tierras del entorno, se identifican varias unidades habitacionales con diversas áreas de actividad. Se asocian a comunidades autosuficientes, con una economía basada en la agricultura y en la ganadería. La ocupación inicial del Cabezo Redondo se produce a finales del III milenio a. C. en la parte más elevada del cerro. Terlinques es, sin embargo, el yacimiento mejor conocido, con una ocupación ininterrumpida de unos 700 años, desde el 2150 hasta el momento de su abandono hacia el 1500/1450 a. C.
En este periodo se abandonan los poblados de la fase anterior. Se constata una importante concentración demográfica en el asentamiento de Cabezo Redondo, que actuó como articulador social y económico de un amplio territorio, gracias a su situación estratégica en el control de las nuevas rutas de intercambio. Este yacimiento es un poblado con un urbanismo complejo. Sus casas, identificadas como departamentos, tienen diferentes dimensiones y formas. Se levantan sobre terrazas artificiales entre las que se abren estrechas calles de trazado zigzagueante, a través de las cuales se accede a su interior. En las viviendas se registra una amplia variedad de construcciones de barro, con bancos adosados a las paredes, cubetas circulares excavadas en el suelo, hogares, vasares, diversos tipos de hornos y piletas.
Cabezo Redondo es, sin lugar a dudas, el paradigma del nuevo modelo de organización política, económica y social en el levante y sudeste peninsular. La riqueza de este poblado se ha relacionado con su privilegiada ubicación en un cruce de caminos entre el Mediterráneo y el interior peninsular, en un entorno privilegiado con abundante agua y sal.
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